Los Tres Últimos Hieleros del Ecuador: un oficio congelado en el tiempo

Comentarios desactivados en Los Tres Últimos Hieleros del Ecuador: un oficio congelado en el tiempo

Por José Antonio Sánchez

Gregorio, Juan y Baltazar no eran solo campesinos andinos; eran los guardianes de una tradición milenaria. Subían al imponente Chimborazo, la montaña más cercana al sol desde el centro de la Tierra, no para conquistarla, sino para extraer de su glaciar bloques de hielo que bajaban en mulas hasta los mercados. Así vivieron por décadas, ajenos al paso del tiempo y a los cambios tecnológicos que hicieron de su oficio una rareza.

Este reportaje nació de la necesidad de documentar lo que parecía el fin de una era. Junto a un equipo de producción de TC Televisión, y con una sola cámara al hombro, pasamos tres días acompañando a estos tres hombres en su travesía. El resultado fue un testimonio íntimo, real y conmovedor de una práctica que desaparecía frente a nuestros ojos.

El viaje al corazón del hielo

La jornada comenzaba antes del amanecer. Las manos curtidas de Gregorio, Juan y Baltazar alistaban las sogas, los costales de yute y las bestias de carga. La caminata era larga, exigente y silenciosa. El viento golpeaba sin piedad y el frío calaba hasta los huesos, pero ellos avanzaban con la paciencia de quienes han hecho lo mismo cientos de veces.

Llegar al glaciar tomaba varias horas. Una vez arriba, comenzaba el ritual. Con herramientas rudimentarias, picos, machetes, fuerza y maña, cortaban bloques de hielo del tamaño de una caja grande. Los envolvían y los amarraban en las mulas para iniciar el lento descenso.

Cada bloque podía venderse en el mercado por unos pocos dólares, y era valorado por su pureza. Muchas familias lo usaban para preparar helados artesanales o jugos. Lo que para la ciudad era nostalgia, para ellos era sustento.

Más que un oficio: un legado

Hablar con ellos era como escuchar a la montaña misma. Sus voces pausadas contaban historias de juventud, de cuando eran muchos los hieleros y el Chimborazo aún conservaba más hielo. Ellos no se consideraban héroes ni mártires, simplemente hombres que cumplían con su deber.

Baltazar Ushca, quizás el más conocido de los tres, se convirtió en símbolo viviente de este oficio. Ha sido retratado por fotógrafos internacionales, documentado por cineastas y homenajeado por instituciones. Pero su historia no tiene filtros ni poses: es la de un hombre que aprendió de su padre a respetar la montaña y a sobrevivir de ella sin explotarla.

Un documental vivo

Este reportaje no solo fue una cobertura periodística. Fue una experiencia humana. Dormimos en los páramos, compartimos su comida, sentimos el peso del hielo y el de la historia. Cada plano, cada toma, fue pensada no solo para mostrar, sino para preservar la memoria de los hieleros.

La cámara fue testigo de ese último aliento de una tradición ancestral. Y aunque hoy el hielo ya no baja del Chimborazo en mulas, el eco de sus pasos aún resuena en la montaña.

Una historia que merece ser contada

En un país donde las historias del campo muchas veces quedan al margen del relato oficial, los tres últimos hieleros nos recuerdan que hay saberes que valen tanto como el oro, aunque se derritan con el sol.

Este reportaje, disponible en YouTube, ha sido utilizado en escuelas, universidades y eventos culturales como una herramienta para sensibilizar sobre el valor del patrimonio intangible y el impacto del cambio climático. Porque contar historias también es una forma de resistir al olvido.

Baltazar murió a la edad de 78 años, no por una avalancha en las montañas, ni por los achaques de la vejez. Lo mató su toro, aquel animal que fue una de sus únicas propiedades sobre la tierra. Un final inesperado y doloroso para quien convivió con la naturaleza toda su vida, respetándola incluso cuando ésta, al final, le arrebató la suya.